Un bloque por encima de lo individual
«Si trabajamos con humildad y en equipo, seremos competitivos. Pero ese es el único camino». Diego Merino lo tiene claro. Si el Extremadura quiere conseguir su único objetivo (la salvación) éste sólo pasa por ser solidario y humilde en cada partido. En cada minuto diríamos nosotros. Muy al estilo del Cholo Simeone. Competir cada balón como si fuera el último. Es, en definitiva, la esencia de lo que siempre ha sido el fútbol en Almendralejo. O, al menos, la esencia de lo que siempre le ha llevado a rebasar cotas mayores. Con uno de los presupuestos más bajos del grupo, pero con la lección aprendida de lo ocurrido en 2011, el Extremadura regresa a Segunda B para tratar de quedarse. Su proyecto envuelve una estructuración de la entidad y las bases de un futuro ilusionante. Pero todo pasa por la permanencia. Y en ello va a poner todo su empeño.
Irrumpe Diego Merino en escena, un joven de 28 años que tiene claro qué tipo de entrenador es y cómo quiere que juegue su Extremadura. Su estilo no se negocia. La eficiencia por encima de todas las cosas. Y el trabajo en equipo como premisa fundamental. A partir de ahí se construye el cuadro azulgrana, combinando pinceles nuevos con antiguos. Dibujando una acuarela de jugadores que deben pintar al unísono.
La portería está más que cubierta e, incluso, con más competencia que nunca. Ha llegado José Fuentes, un portero que no vamos a descubrir. Seguro, serio, experimentado. Repite Carlos Saavedra, un gato bajo palos que tiene el reto de competir con Fuentes. Y sigue Tienza, un talento innato de la guarida cuyo crecimiento es galopante. No le descarten nunca.
Algo escaso de centrales, pero experimentados. José Rodríguez y Pereira son los únicos naturales. Dos fuerzas de la naturaleza. Bajará a esa posición Ismael Barragán, posiblemente el jugador con más inteligencia táctica del plantel. Los laterales los cubren los ‘Sergio Rodríguez’. Ambos se llaman igual. El derecho le llamaremos Sergio, con más profundidad y descaro. El segundo, Sergi, es izquierdo y su contundencia está probada a caja de bombas. Manu Martínez aparece como pieza polivalente para suplir a ambos.
En la medular Fall y Pierre aportan el músculo que necesita este Extremadura para que la rueda mecanizada no pare durante 90 minutos. Junto a ellos está Curro, pura magia. El 10 azulgrana es, de largo, uno de los mejores jugadores de toda la categoría. Si termina encajando en el engranaje de Merino (algo que en verano se le ha visto muy bien) será un jugador clave, único, incomparable.
El talón de aquiles son las bandas. Cortitas. Justas. Ahí el equipo tiene necesidades y, si no ficha al menos dos jugadores, lo va a pasar mal. Sólo está Dieguito. Talento y desborde que debe aprovechar su gran oportunidad. Tiene gol y hambre. Y ahora tiene que ponerle competitividad. Que es lo que se le demanda. En esa posición puede actuar Carlos Rubén, lejos aún de su mejor versión. El Extremadura no deja de creer en él. Fue tan bueno lo que vio en su mejor etapa que la fe es ciega. CR11 tiene el reto de volver a ser ese futbolista capaz de quebrar con inteligencia cualquier partido. Luego están Savo y Manchón, dos incógnitas sub-23. El primer veloz, pero carente aún de base táctica. El segundo talentoso que precisa de minutos.
Arriba, en el nombre del gol, Willy. El Búfalo es, por encima de todas las cosas, un competidor nato. Raza y corazón que adoran desde la grada. Está ante su año de reivindicarse como lo que es: un futbolista de superior categoría. Ha llegado David Agudo, un extremeño todo pundonor con una dilatada experiencia. Y la apuesta es Cristo, un chacal con unas condiciones innatas, pero que debe corregir tácticamente sus deficiencias para convertirse un goleador total.
El Extremadura tiene, por encima de individualidades, un equipo y una identidad de juego. Si la aplica, será un equipo difícil de doblegar. Luego tiene a una afición entregada. Y una historia, la azulgrana, acostumbrada a derribar todo tipo de barreras. Con ilusión y humilidad, se puede volar.
Análisis patrocinado por Óptica García Sánchez en Almendralejo